Imagina esta escena, llegué tarde a la clase de Teoría Monetaria, de inmediato presté atención a lo que decía mi profesor. Mientras lo escuchaba, dirigí mi mirada hacia la pizarra para comprender lo que estaba diciendo pero sinceramente no entendía nada. Mi corazón empezó a latir muy fuerte, mi garganta se quebró y mis ojos se llenaron de lágrimas. Salí corriendo de la clase y terminé de romper en llanto en el baño de la universidad.
Pero eso no es todo, ¿qué tal una escena de celos e inseguridad?. En medio de mis propias tormentas emocionales, luchaba por mantener a flote una relación que se desmoronaba ante mis ojos. Recuerdo que mi novio se había ido a un cumpleaños y yo no dejaba de ver el celular para cerciorarme de que había regresado a su casa. Como no me contestaba, mi mente voló, los celos me invadieron, llamadas sin respuesta, perdí el control, un cuarto destrozado por la rabia y, por supuesto, más lágrimas regadas por el suelo.
Y cuando creía haber alcanzado mi límite, la vida decidió desafiarme una vez más. Pasaron 3 años, llegó el 2022, me encontraba en la oficina y de pronto recibí un correo electrónico con un mensaje que habría preferido escuchar cara a cara. La furia me consumió, segundo después mi jefa conversó conmigo sobre el tema. Estaba tan enojada que no escuché nada, solo asentí con la cabeza y salí de la reunión con mucha impotencia. Todas esas emociones se apoderaron de mí e hicieron que le corte la comunicación a mi jefa que tanta confianza me había dado (obviamente aquí también lloré).
Lo que quiero que entiendas es que durante demasiado tiempo permití que mis emociones fueran las dueñas absolutas de mi vida. Más de dos décadas siendo una marioneta de mis impulsos, con una inteligencia emocional prácticamente inexistente. Si te identificas con esto, sigue leyendo, porque si permites que tus emociones te controlen, prepárate para el desastre.
Mis emociones se apoderaron de mí en cada aspecto de mi existencia: lo académico, lo personal, lo laboral, e incluso lo familiar. He permitido que mis emociones se apoderen de mí, y lo que es peor que las acciones de otros influyan en mi estado de ánimo. Y creéme, esto trajo muchas consecuencias negativas a mi vida. Provoqué conflictos, malentendidos y tensiones en las relaciones personales y profesionales. Como estaba apoderada por mis emociones, mi capacidad para comunicar mi punto de vista era terrible. Al sentir esa ansiedad de no poder manejar mis emociones mi rendimiento académico se vio muy afectado. Y aunque no lo creas esto también repercutió en mi motivación y autoestima porque se me hacía difícil establecer mis metas y manejar mis fracasos.
Pero un día, mi jefa me regaló unos cupones de Crisol (tienda de libros en Perú) y cuando fui a canjearlos, la vida me puso el libro de Daniel Goleman frente mio. Y ahora, te compartiré en tres simples pasos las herramientas que sigo utilizando para incrementar cada día mi inteligencia emocional:
- Reconocer la emoción: Aquí tienes que estar super atento para entender tus emociones. Lo que me ayuda es ver cómo se manifiestan en mi cuerpo. Al reconocerlas, puedes ver cómo afectan tu comportamiento y las decisiones que vas a tomar.
- Tú mandas: Esto a mi me costó, pero sí es posible. Sigo desarrollando una capacidad para controlar y regular mis emociones. Esto me ayuda a no ser impulsiva. He trabajado mucho con la paciencia y el mantener la calma en situaciones difíciles (Daniel Goleman no lo menciona, pero para mí la respiración es crucial en este punto ¡Me ayuda muchísimo!
- Empatía: Sigo practicando mucho la escucha, e intento comprender al máximo nivel el mundo de la otra persona. Esto me ayuda a resonar con sus emociones, demostrando un interés sincero a sus preocupaciones.
Así que si eres impulsivo, lloras por todo, y tus emociones mandan, es hora de preocuparte por tu bienestar emocional y poner práctica estos 3 pasos. La ciencia lo respalda: podemos mejorar nuestra inteligencia emocional con el tiempo y la práctica. Y si eres amante de la lectura, te dejo el enlace del libro del capo de Daniel Goleman.
Ahora trabajo cada día para mejorar mi inteligencia emocional, y me llena de alegría ver los cambios positivos que se están produciendo en mi vida y en las vidas de quienes me rodean. Mis relaciones interpersonales han mejorado muchísimo, comenzando con mi familia. No me cansaré de repetir que es el mayor regalo que me ha dado.
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